Sediento y aterido por el frío, con los miembros adormecidos, a rastras hasta aquí he llegado; con los labios y la cara descarnados, quemados por tanta crudeza en la brisa. La vista la traigo deshecha por el mucho resplandor de la densa blancura. Y vengo harto de subir y bajar riscos nevados y precipitarme a través de valles angostos y podridos, por tanto hielo y por encontrarse tan altos y huraños.
Famélico, que hace ya más de tres jornadas que ni he bebido ni he comido. Caminando de oídas, que apenas si las plantas se me levantan de estas tierras tan ariscas.
Y en estos instantes, a media mañana, con el sol en el cénit; me levanto sobre mis pies, miro al frente y me creo que he llegado a la Arcadia: Agua limpia y fresca. Viento frío pero soportable. Sol y rayos que adormecen. Pastores, plantas y muchos arbustos. Y cientos de animales sueltos.
Doy gracias por haberlo conseguido.
© Fotografía y texto: Ildefonso Vilches Ruiz.
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