Deposito mi oído sobre tu pecho a las orillas de tu corazón y escucho allá a lo lejos su débil palpitar. Me incorporo y me limpio las lágrimas dándote la espalda; para impedir que puedas verme.
Luego, miro a través de los ventanales hacia el exterior de la habitación -no me había fijado, en todo este tiempo, en las vistas que se aprecian desde esta ventana tan alta-. Y mientras lo hago, no puedo evitar cerrar los ojos, para recordarte, para quedarme con tu verdadera imagen, la que tenías antes de que todo esto hubiese comenzado.
Fotografía y Texto: © Ildefonso Vilches Ruiz.
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