Cuando todo pase, allí me quedaré sentado, a la orilla de una pileta de aguas frescas y cristalinas. Entretenido y pensando en mis cosas, soñando quizás con otras vidas que hubiese podido tener pero que nunca tuve; porque sin ti, para mí, se me antoja difícil emprender ninguna otra.
Sé que un día -seguro que pronto- se te secarán las lágrimas y dejarás de pensar en él. Pero yo ya no estaré porque me habré ido. Sé que acabarás encontrando -te lo mereces- otro torso en donde posar tu frente. Entonces, yo, ya me habré ido.
Allá, a mi sitio, lejos, en donde me esperan, a ese lugar que te tenía reservado. Uno particular: soleado y solitario. Derramado de jaramagos en flor, de hierbabuenas olorosas, de albahacas y de tomillos aceituneros. Abrazado por generosas huertas de tomates rojos y pimientos verdes. Rodeado de un amable frescor y de estanques quietos. Acorralado por arroyos revoltosos de aguas puras; y arropado -y seguro- por el apego de una infinidad de animales sueltos.
Fotografía y texto: © Ildefonso Vilches.
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