miércoles, 22 de marzo de 2023
lunes, 13 de marzo de 2023
Aire limpio
Caminé despacio siguiendo las vueltas por el caminito de piedra, dejando que el aire me despeinara, que su frescor me abanicara las mejillas y que olor de las albahacas me transportara en volandas. Subí las escaleras escoltadas por leones pétreos y paré indeciso frente a la colosal puerta. No había llegado a tiempo y allí me esperaban y me odiaban todos. Varios, me lanzaron miradas oblicuas; otros, la mayoría, apenas si me miraron para no distinguirme. Ella se acercó blanda y como contando los pasos, de inmediato me abrazó. En ese punto, entramos a la suntuosa biblioteca y comenzó la reunión.
La casería, un cortijo que aspiraba a palacio barroco francés, estaba rodeado de jardines artificiales, cortados a ras, formando figuras y laberintos; pero también de naturaleza salvaje al otro lado de la tapia. Desde aquella me llegaba el olor del membrillo maduro, del caqui y de los higos flácidos.
Hablaban y exponían, a veces se interrumpían con aspavientos y agresivos gestos, y vociferaban, y se decían cosas feas. Yo, mientras, miraba por la ventana, al bosque del fondo, a los bardales repletos de matorrales de moras y de frambuesas rojas. Ella, a menudo, me acariciaba; había pasado tanto tiempo que apenas si recordaba su olor.
Hacían cuentas y valoraban campos, casas, haciendas, animales, cosas… Yo, mientras, aspiraba profundo para que me alcanzara el olor a menta y a hierbabuena, y a tomillo y a orégano. Alguien me preguntó. Todos volvieron sus rostros hacía mí y dibujaron con sus arrugas de la cara cientos de signos de interrogación. Esperaron tensionados y en silencio, apenas si respiraban. Ella, ahora agarrada a mi mano, me animó, y dibujando su sonrisa postiza me invitó, conciliadora, a que expusiera mis peticiones.
Al fin me levanté, posé en el aire la mano de ella, y sin dejar de mirar a través de la ventana, me aflojé el nudo de la corbata y en voz bajita, con apenas un susurro, pronuncié. “No, yo no quiero nada”.
Fotografía y Texto: Ildefonso Vilches.
lunes, 6 de marzo de 2023
Solo por ti
Gritaré desde lo más hondo de mi garganta para llamar la atención de tu alma y, así, hacerte saber que estoy ahí, a tu lado. Luego, me pondré en pie sobre ti y bailaré hasta el amanecer o hasta que la losa se haga añicos. Y cuando esto ocurra saltaré una y mil veces sobre las flores hasta que no quede ni un sólo pétalo, y ni un sólo tallo, sin tascar. Y entonces…
Entonces recogeré el jugo con las manos y lo beberé. Luego, me dejaré caer sobre los restos, sobre la losa, boca arriba, mirando al cielo estrellado, a apenas unos metros sobre ti; y lloraré hasta que amanezca o hasta que también yo me muera.
Cuando los primeros rayos de sol me impacten sobre el rostro sabré que sigo vivo, entonces volveré a pensar en ti y silbaré nuestra canción hasta que mis pulmones se queden sin aire; y entonces…
Entonces marcharé despacio, como sin fuerzas, con la mirada arrastrando por el suelo, con las manos caídas y el rostro húmedo… Huiré.
A un lugar apartado. A uno que esté bien retirado, en donde pueda yo dejarme caer y pararme a pensar. Te pensaré mucho. Y no saldré de ese rincón hasta que consiga que dejes de ser mi amor. Mi bello, joven y único amor: la niña de mis sueños. Y hasta que al fin te conviertas en una página más, en una amarilla, raída, de filos rasgados, con la tinta apagada, de olor a rancio… del libro de mis recuerdos.
Fotografía y Texto: © Ildefonso Vilches
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